Muchos lo conocen, mejor dicho, lo conocieron, en los calurosos veranos de las tierras mazatlecas. Fundó en tiempos nada tranquilos ni fáciles, el Instituto Cultural de Occidente. Esto es lo que recordamos y conocemos de su personalidad. Un organizador formidable y un volcán de ideas. Un hombre siempre inquieto. Un hombre de carácter militar, disciplinado y disciplinador. Un hombre fuerte, una personalidad profunda y sincera.
Seguramente el P. Ugo fue todo esto. Pocos han tenido la posibilidad, y la dicha, de penetrar en esa roca fuerte y dura: su innata discreción siempre le prohibió revelar su vida personal. Queda en pie, sin embargo, la pregunta, ¿quién es el P. Ugo Cattenati?
Nace el 6 de abril de 1908, por su origen nórdico, además de los ojos azules y cabello medio rubio, hereda un evidente amor al orden y a la disciplina. De su madre, Albertina, toma los rasgos finos y la delicadeza de los modales. Muy niño todavía, entra en el seminario diocesano de Parma.
El contacto constante con Mons. Conforti, obispo de Parma y fundador de los Misioneros Xaverianos, le hace surgir la vocación a ideales más altos. Entra con los Xaverianos el 20 de julio de 1925. Tenía 17 años. La muerte de Mons. Conforti, el 5 de noviembre de 1931, fue un golpe muy duro para Ugo: perdía a su guía y maestro.
Fue ordenado Sacerdote por el primer Obispo Xaveriano, Mons. Luigi Calza, en 1932. Su primera ocupación, como Novel Sacerdote, fue la prensa. Es nombrado director y redactor de las publicaciones – revistas, periódicos, libros – del Instituto Xaveriano para las Misiones Extranjeras. No deja, sin embargo, de prepararse a la futura misión. Escribe al Superior General diciéndole que siente una fuerte inclinación al estudio “y creo que deba insistir porque me parece despreciar los dones del Señor”. Y el P. Ugo se encuentra viajando entre Roma y Parma para estudiar y no abandonar su trabajo en las publicaciones.
Europa vive en tremendos conflictos internacionales. Son los años de la segunda guerra mundial. El P. Ugo tiene 32 años y se presenta como voluntario. Años de experiencias; de contacto con las más profundas miserias humanas que enriquecerán, y al mismo tiempo, marcarán para siempre la sensible alma del P. Ugo. Francia, Albania, Grecia, Alemania, Polonia, Hungría, Rusia, serán las estaciones dolorosas de ese calvario que duró tres años.
El Papa Pío XII, preocupado por la escasez de sacerdotes en América Latina, envía a la cristiandad un mensaje urgente. Este mensaje va dirigido a todos, especialmente a los sacerdotes y religiosos. Los Xaverianos responden a este llamado del Papa enviando misioneros a Brasil. Al P. Ugo le corresponde ver la posibilidad de una fundación en México. La Providencia allana los caminos. Un grupo de padres de familia quieren fundar una escuela de inspiración católica en Mazatlán. Buscan religiosos que puedan realizar el proyecto.
El P. Ugo y los superiores ven en este hecho, el llamado de la Providencia. Después de una estancia en Argentina el padre llega a México en 1951, con muchas bendiciones de parte de los superiores, pero sin un centavo, para fundar lo que será el Instituto Cultural de Occidente. Años de proyectos, trabajos, renuncias, sacrificios para poder realizar un sueño: La “Ciudad de los Estudiantes”. Los Xaverianos ya tenían un pie bien puesto en tierra mexicana.
1964. El Instituto Cultural de Occidente tiene 13 años. La semilla plantada por el P. Ugo crecía; daba señas de poder caminar sola. Y el P. Cattenati, como buen agricultor, deja que otros recojan los frutos de lo que él había sembrado. Sale con lágrimas en los ojos, como todo buen padre que se ve obligado a confiar el desarrollo y la plenitud de su hijo a otras manos, expertas seguramente y maestras, pero al fin otras. Es el 1º de julio de 1964. Su corazón quedará allá, en su ICO, que nunca más volverá a ver.
Regresa a Italia para recuperar las perdidas energías. Se dedica, una vez más, a su vocación, escondida por años, de escritor. Inquieto por naturaleza, lo encontramos en Suiza para ver la posibilidad de la fundación de una casa Xaveriana, para preparar misioneros de lengua francesa. Pero el P. Ugo con sus 60 años no sabe todavía adaptarse a vivir como… jubilado. Se dedica al mismo tiempo a la asistencia sacerdotal de los inmigrantes italianos en Suiza.
Una improvisa hemorragia cerebral difundida fue la pasión y calvario de los últimos cinco meses de la existencia terrenal del P. Ugo Cattenati. Llegó a su fin “sin hacer ruido”, como él había deseado siempre, a las primeras horas del 26 de enero de 1973. Hubiera cumplido 65 años el 6 de abril.